Tuvo una sólida formación es las Artes Liberales, inclinándose por las teorías de Aristóteles y Santo Tomas de Aquino. Ya con el título de maestro, se dedicó al estudio teológico, ingresando al convento de San Agustín de Faenza, primero, y luego en la orden de los domínicos. Enviado por estos a Florencia, inicia su prédica vinculada a la exaltación de la pobreza evangélica, idea ésta muy lejana de las prácticas eclesiásticas.
Enemigo de los Médici y los Borgia, se pronunció en contra de la Iglesia, acusándola de corrupta e impura en sus exaltados sermones en los que atacaban con igual contundencia a la jerarquía eclesiástica, al papa, a la aristocracia y a las autoridades políticas, despertando la indignación revolucionaria de las masas. Cuando la invasión francesa de Toscana puso en peligro el poder de los Médicis, Savonarola contribuyó a expulsarlos de la ciudad mediante una revolución popular e intentó que los franceses continuaran su avance contra Roma (1494).
En Florencia se instauró un régimen republicano mixto, con elementos democráticos y teocráticos (Jesucristo fue proclamado rey); el propio Savonarola controlaba el poder y lo empleaba para imponer rigor moral extremo (su lucha contra el paganismo implícito en la cultura renacentista le llevó a quemar públicamente los libros de Boccaccio y Petrarca). El papa Alejandro VI, blanco de los ataques de Savonarola, le excomulgó en 1497.
Sus propios partidarios en Florencia consideraron excesiva la dictadura que había implantado y le derrocaron en 1498. Fue encarcelado, torturado, acusado de herejía y quemado públicamente en aquel mismo año.
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